viernes, 16 de abril de 2010

Cuestión de años

Entra un cliente con su hijo, de unos 11 años, a retirar un fax que le habían mandado. Mientras el hombre saca la plata para pagar, el pibe no para de hablarle de un compañero del colegio.

Hijo: ... Y entonces Ignacio se puso a llorar, ya van varias veces que se larga a llorar con toda. Y lo peor es que juega mal y no se la pasa a nadie, y cuando le preguntas que le pasa se enoja mas y se la agarra con todos.

Padre: Bueno, pero capaz le pasaba algo o alguien lo molesto..

El hombre me paga, saluda, y cuando ya estan en la puerta alcanzo a escuchar la ultima parte del diálogo.

Hijo: No, no es por eso, mamá ya me explico por que es que se pone asi.

Padre: ¿Ah si? ¿y que te dijo tu mamá?

Hijo: Nada, que es natural por la edad, eso de la preadolescencia dice que es...

viernes, 18 de diciembre de 2009

Tomando riesgo

Venia caminando mansamente por la avenida, a media cuadra de llegar al local. En eso veo que, sentados en el escalon de la casa de una clienta, hay dos muchachos, cara de pocos amigos, tomando una birra a las 2 de la tarde. Los miro, pienso que no da tomar una cerveza a esa hora de la tarde de un lunes, pero allá ellos. Llego al local, saludo a Maxi y empezamos a hablar de los detalles del finde futbolístico: Banfield era campeón 113 años después, Palermo había sacudido la red dos veces después de haber estado 8 juegos sin gol, y El Ciclón me había dado un alegrón bárbaro al ganarle a Newell's en Rosario y dejarlo sin campeonato. Hasta ahí era una típica charla de lunes entre dos futboleros natos, pero de repente entró la hija menor de la clienta que vive en la casa donde los flacos estaban tomando la cerveza. "Disculpame, me podés acompañar hasta mi casa, hay dos tipos ahi y tengo miedo de que me roben", dijo con cara de angustiada. No sé bien por que me eligió a mi y no a Maxi. Yo soy un flacucho desgarbado que la última vez que le levantó la mano a alguien fue para parar un taxi. Pero mi caballerosidad no pudo conterse ante el pedido de una dama que encima es clienta y ahí fuí. "¡¡Siiii, como no!!", le contesté con la seguridad de un Campeón Mundial de Sipalki y me empecé a hacer el patovica, sacando los codos para afuera y trabando la espalda como si tuviera algún músculo para mostrar. "Voy a hacer un trabajito y vuelvo" le dije a Maxi con voz de matón a sueldo y sin dejar de caminar como un seguridad de boliche. La señora que había llegado atrás de la vecina, con intenciones de que le haga unas fotocopias, se echó a reir ante tamaña ridiculez. Salimos a la calle, empezamos a caminar los escasos metros que nos separaban de los flacos que charlaban y tomaban como si estuvieran en el patio cervecero de Quilmes un sábado a las 2 de la madrugada. "Hace poco me robaron saliendo de mi casa a las 7 de la mañana", me explicaba la chica, nerviosa y aminorando el paso a medida que nos acercabamos a los caripelas. Cuando llegamos ella estaba al menos dos pasos atrás mío, petrificada y con los ojos abiertos como el 2 de oro. Tuve que hablar yo, ella no se iba a acercar: "Permiso muchachos que va a entrar la chica", tiré con voz firme. Ellos dejaron de hablar, el que estaba mas cerca mío levantó la mirada, separó un poco la botella de su cuerpo y se paró. Me miró fijo, dió un pequeño paso a la derecha sin correr su mirada de la mia y dejó un espacio tan pequeño que si la piba pesaba un kilo mas no pasaba. De pronto, casi de la nada estabamos frente a frente, mirándonos a los ojos. A mi me empezó a agarrar un cosquilleo en el estómago como cuando algo no anda bien. El tipo, en cuero, panza redonda de mil y un noches de cerveza, con la remera negra colgando del hombro y los ojos bien rojizos, exhaló fuertemente y su aliento etílico fue directo a mi sistema nervioso central. Casi me mareo. La chica pasó como un rayo en ese segundo que duró la escena. "Chau, te llamo", alcancé a decirle para disimular mientras desaparecía en la oscuridad del pasillo. La puerta se cerró con violencia, y cuando volví la vista al frente yo estaba solo y con un tipo que esperaba que yo diga alguna estupidez que lo habilite a apurarme sin mas preambulos, que algo le de el ok para que se pudra todo. El flaco no me despegaba los ojos, el mentón levemente elevado, la mano izquierda con el puño cerrado y la derecha con la botella de Brahma a medio llenar. El otro, que ni se había parado, miraba la copa del arbol que estaba frente a el y volaba entre el verde las hojas. Entonces, sin mediar palabras, dí media vuelta y empecé a caminar otra vez hacia el local. "Que sea lo que Dios quiera", pensé. Con lo puesto que estaba el flaco yo sabía que en cualquier momento podia recibir una piña en la oreja, un botellazo o, si tenía suerte, el tipo seguiría colgado en su viaje y me olvidaría tan rápido como me conoció. Al tercer paso que dí escuché que volvían a hablar y de lejos percibí que alguno dijo algo así como "...un boludo", probablemente hablando sobre mi persona. "Zafamos", pensé mientras entraba al local. "¿Y, que pasó?", preguntó Maxi cuando me vio venir. "Nada, que va a pasar, les dije que se corran y en cuanto me vieron se levantaron de una, hasta disculpas me pidieron!"...

lunes, 30 de noviembre de 2009

Miserable express

Entra un cliente, habitué y famoso por su ratonería, deseoso de unas saladix para que sus hijas coman algo en el recreo.

-¿Tenés Saladix de pizza en bolsita?
- No, de pizza me queda en caja nada mas.
(Obviamente buscaba de bolsita porque salen $1...)
- Ah... ¿y cuanto están las de caja?
- Salen 3,25.
_ ¿3,25?... naaa no voy a gastar tres mangos para que las pibas lleven algo al colegio...

miércoles, 25 de noviembre de 2009

El niño que yo fui

El sonido me llego un tanto lejano pero nítido. No había dudas, era ese sonido único, inconfundible, ese repiqueteo frenético y añejo, que se había sacudido el polvo de los años y revivia vestido con las ropas de mi infancia. Me di vuelta y deje de sacar esas molestas fotocopias que me habian pedido y ahi lo vi, colgando de la mano derecha de una niña, naranja y eterno: Un Tiki Taka. Le clavé la mirada y automáticamente sentí que volvía a la casa de mi abuela, a jugar en la piecita chica, como volver a tener 10 años, fue subir otra vez la escalera de marmol del Colegio Bernasconi junto a mis compañeros de cuarto grado y desafiarme a ver quién me ganaba en segundos de 'tikitaka' ininterrumpidos, fue recorrer nuevamente ese momento en el que me saqué el miedo a romperme la trucha con una de esas bolas verdes (yo era fanatico del verde, nada de naranja) y sacudirlo con fuerza, dando vuelta la cara, y hacer que las pelotas reboten de arriba a abajo sin piedad para que ese artefacto por fin nos devuelva el sonido tan preciado, ese tik-tik-tik temeroso del principio para mutar en un taka-taka-taka vibrante, casi histerico, que nos hacía temblar la mano pero confirmaba que ya habías cruzado el umbral del pavor y que estabas jugando como un grande en serio.
Pero, por supuesto, nada es perfecto, y ese excentrico pasatiempo dejo también algunos damnificados entre tantas tardes de ruido y alegria. Entonces se me dibujo una sonrisa al recordar los gritos amenzantes y descomunales de mi abuelo desde su habitación intimandome a dejarlo dormir o pasar por el calvario de su chancleta. O la vez que, en un intento por batir mi propio record de segundos sin parar, se me escapó el Tiki taka y el juguete salió disparado como un perdigonazo que dejo dos tremendos huecos en la pared... vaya a saber uno como hice para no terminar castigado 6 meses cuando se entero mi abuelo.

Hoy, ya de grande, sin mi abuela y con mi abuelo sumergido en la inconciencia de la vejez, se me enciende el alma al ver a esa nena que, entre tanta internet, facebook, playstation, wii, y toda la batería de diversión virtual que nos rodea, se pasea alegre y distendida de la mano de su papá por la misma vereda que transité yo cuando tenía su edad: la de los juegos inocentes, esos que se podían tocar, que los ibas a comprar al kioskito de la cuadra y vos, desde abajito -porque nunca podías ver bien que te daban porque el local era una simple ventanita y todo te lo alcanzaba tu vieja desde arriba- alzabas los brazos y agarrabas esa bolsita de colores con el Tiki Taka, el Topolín, o el album de figuritas que pediste hasta el hartazgo.

Hoy todo es distinto, ni mejor ni peor, simplemente distinto. Pero a pesar del tiempo y la tecnología, en algún rincón del corazón se esconden el Yo-yo, el Tiki-Taka, y el album de Italia 90 abrazando a mi infancia desde el pasado y hoy, con esa nena, me pasaron a saludar.

viernes, 14 de agosto de 2009

Pequeñas boludeces del cliente cotidiano...

Un cliente que había comprado un aromatizador, me dice: "¿Tenes la fragancia Pasto recien cortado?"... "No, la verdad que no la conozco" le contesto y lo miro raro. "Ah, yo queria esa", me dice. Y lo que siguió fue una larga espera de mas de media hora eligiendo entre aromas a vainilla, mezclas de frutas, y perfumes varios. Mientras, agarra todas los aerosoles y yo me pregunto como puede ser que un tipo de mas de 40 años no pueda elegir un simple aroma para su casa. Entonces, viendo que la cosa no progresaba y el tiempo corria cada vez mas, traté de ayudarlo: "Estas son mas tirando a perfume, como el Farenheit..." y ahi nomas me interrumpe: "Mira, yo sé de perfumes como vos de hacer autopsias..."

Buee...

Nota: las fragancias se las termine eligiendo yo porque para el fue imposible decidirse por alguna...


Si hay miseria... que se note!

Clienta al borde de la adiccion a las Tia Maruca de coco: "Che, vos tendras algún paquete de esos que vienen rotos y no puedas vender... mira que yo te los compro mas baratos eh!!!!!"

Nota: La clienta tiene 3 autos, uno es un bmw de mas de 70 lucas verdes...

miércoles, 29 de julio de 2009

1 en 100... (o en 1 millon)

La semana pasada, en medio de un maremoto de gente ávida de cargas virtuales y tarjetas para sus celulares, una chica entra con su amiga y me hace el siguiente planteo: "Yo vine hace un rato y te pague con $100 y de vuelto me diste solo $20, la carga era de $30, o sea, me faltan 50 pesos..." Yo lo dude un rato, revise el escondrijo donde descarto mis billetes grandes y, ante la cantidad que se habian acumulado, era imposible dilucidar si era real o no su discurso. "Mira, para mi te di bien el vuelto pero ahora yo como se quien tiene razón, no puedo hacer la caja en la mitad del día y encima vos no contaste la plata cuando te fuiste...". Ella me dice "si, pero estaba hablando con mi amiga y ni me acorde, yo vengo siempre aca, no te voy a mentir". Y sonó cierto, era una chica joven, de esas que te das cuenta que no esta buscando cagarte. Entonces confié. "Bueno, esta bien, por esta vez no hay drama pero la próxima vez contalo porque no hay devolución". Y se fue. Cuando le comento el episodio a Maxi me dice "no, que la cuente antes, no le hubieras dado nada... igual quedate tranquilo que la caja dio bien".

Al otro día, también por la tarde, aparece la chica. "Vos ayer me diste estos cincuenta pesos y la verdad que estaba equivocada, revise los bolsillos y me di cuenta de que me habías dado bien el vuelto. Gracias igual". Y me quedé atónito un buen rato. Yo he devuelto, hace mas de 3 años, una bolsa con 3 mp3 por valor de 1500 pesos, y una innumerable cantidad de celulares y pen drives que se olvidan en las pc. Lo hice porque es lo correcto y porque es lo esperable por parte de alguien que tiene que cuidar a sus clientes y que esta laburando. Pero que una clienta te devuelva plata y encima cuando ella misma habia cometido el error de ir a reclamar algo incorrecto... eso si que nunca lo había vivido.

Todavia hay gente honesta, gente que le da mas importancia a lo que es correcto que a un mango que le cae de arriba o a la supuesta "viveza criolla", esa que solo se usa para sacar ventaja o para cagar al otro. Ojala haya muchas clientas como esta y padres como los que tiene, que la han educado de la mejor manera.

lunes, 20 de julio de 2009

Viejos textos

De vuelta en Buenos Aires

Apenas bajamos del micro notamos la diferencia. Esa humedad, fria y dolorosa, pinchaba los huesos como solo lo hace en las madrugadas de invierno de Buenos Aires.
La terminal estaba casi vacia. Dos tipos le pateaban penales al aburrimiento en el anden con una pelotita de papel estrujado mientras nuestro micro, el unico en la zona de darsenas, seguia viaje hacia Rosario. La soledad parecia haberse adueñado de la terminal, del barrio, de la ciudad entera, ayudada por el frio y la llovizna.

El paisaje en el pasillo interno de la terminal no diferia del resto. Poca gente, algunos vagabundos que usaban los asientos y el techo para escaparle al frio y a la lluvia de la noche, dos que llegaban, nosotros dos que nos ibamos y un corredor recto y color cemento decorado por cientos de negocios dormidos hasta que las primeras luces del dia los despierten. El unico comercio abierto a las 3 y media de la mañana era un puesto de diarios. Pense en comprar el Ole pero el kioskero me gano de mano. "No hay noticias hoy che?", le pregunto al diariero un hombre que apretujaba en su mano un café hirviente . "No llegaron todavia, parece que hasta los diarios se quedaron dormidos", contesto el kioskero con gesto amargo. Seguimos nuestro camino entonces, sin novedades en papel y con la vista fija en el taxi.

El tachero eligio un camino digno de city tour: juncal, 9 de Julio, Av. de Mayo, Rivadavia, Hipolito Yrigoyen. Ana tenia sueño. Se apoyo en mi hombro luego de pelear con el cierre de su mochila gigante y cerro los ojos. La mire: estaba cansada pero feliz. Habia cumplido con su pequeño sueño de irse de vacaciones de invierno por primera vez y nada parecia alterarla. El auto cruzó la ciudad rapido y entre los charcos. La somnolencia de los hombres se reflejaba en el silencio y la soledad de la calle. Algunas almas sin destino fijo buscaban algun hueco donde salvarse del castigo del frio y el viento. El Congreso, gigante, implacable, anfitrion de grandes multitudes, se resignaba a su suerte de paisaje ignorado entre el gris plomo de la noche.

Anita bajo en su casa y me dejo el ultimo beso que le permitia el cansancio. El viaje habia terminado para ella, a mi me quedaban unas cuadras mas surcando la soledad del barrio.
Doblamos en urquiza. Primer semaforo rojo. Giro la cabeza y veo a un hombre revoleando una bolsa de basura. El objeto cruza la calle sin mirar el transito y parece un proyectil. Ahora descansa junto al poste en el que frenó su vuelo y vuelve a ser material de desecho. Una cuadra mas, otro semaforo rojo. La esquina se viste de mujer pero tiene cara de hombre. El taxista mira, entre el asco y la aprobación y ella se da vuelta, camina unos pasos sobre sus botas negras y exhibe todo lo que la minifalda nunca llego a sugerir. La imagen atrae pero la realidad, de espaldas pero nunca ausente, prevalece. El taxi sigue su camino por urquiza hasta san juan. El viaje termina y las monedas alcanzan a completar, con esfuerzo, el pago que nos arranco los ultimos billetes de la travesia marplatense.
Calle La Rioja, el barrio como siempre, gris de madrugada, invierno ambar en los faroles de la cuadra. El kiosko con sus luces y la ventanita abierta son las unicas señales de vida en mas de 200 metros. Ahi esta el Chetecua, capitan del barco sin rumbo que es San Cristobal a esta hora de la noche. Se dijo que alguna vez tuvo mujer, casa y hasta hijos, pero que la vida se le planto con una de esas razones un tanto turbias y termino en la calle, con la compañia de siempre: el tetra. Desde lejos lo veo apoyado como siempre en el filo, dandole charla a una borrachera que alguna vez empezo y ya nunca va a terminar. Despeinado, ojeroso, enorme, con las canas de antaño. -Buen dia- me dice y su voz cirrosica parece quemarle la garganta con cada palabra. -Buen dia, chete- contesto mientras lo escucho reprocharse que dijo buen dia y el sol aun ni pinta por estos lados...