lunes, 29 de septiembre de 2008

No es lo mismo...

Entra un cliente de años al Ciber-Locu-Kiosco a comprar lo de siempre: Parisienne box y migral. Mientras el noble Monegasco le da su pedido el hombre pregunta:

-todo bien flaquito?
-si, todo bien.
-seguro? tenes mala cara
-si, q se yo, me duele mucho la cabeza.
-tomate un migral, o ibuprofeno
- si, ya tome pero nada che...

Entonces mira con un gesto como si tu tuviera una certeza grande, toma sus compras mientras se acerca a nuestro fiel empleado y le dice: "¿sabes lo que te hace falta a vos?"... y en voz muy bajita y al oido sentencia: "una buena puta". Incredulo, Mone apenas atina a decirle "igual, mira que no estoy solo eh..." y dandose vuelta, ya desde la puerta y sonriendo con carita de 'vos no entendiste nada pibe' dice: "naaaaaa, no es lo mismo flaquito, no es lo mismo"...

jueves, 18 de septiembre de 2008

Volantes, Viejas y Llamas

Situación 1

Arriba el colesterol

Señora de unos casi 70 años sale de la cabina. Se para delante de la heladera de lácteos y, señalando al vidrio, sin elegir un producto determinado dice: “¿no tenés ese que es para el colesterol?”

Mone: Mmm, no se cuál busca, tengo Actimel que es bueno para el organismo.
Señora: No no, ese que viene de a cuatro juntos, que es bueno para el colesterol.
Mone: Y no se, el Actimel viene de a cuatro también, si no también tengo yogurt con cereal, yogurt descremado…
Señora: No, no, no tenes el que busco, deja…

En eso se da vuelta, mira toda la caramelera y nuestro noble Monegasco, ingenuo él, piensa que se llevara una barrita de cereal de las sanitas, sin grasa ni azucar…

Señora: Bueno, cobrame la cabina y me llevo una Rhodesia…

¿¿¿¿Y EL COLESTEROL SEÑORA?????



Situación 2

Traición al volante

Era sábado a la mañana, y como todos los sábados, los resabios de la noche del viernes se hacen sentir en el cuerpo de nuestro fiel empleado. Todo sucedía a una velocidad mas lenta que la normal (lo cual ya es bastante) y la soledad reinante en el Locu-Ciber- Kiosco daban una lentitud aun mayor en cada movimiento. En eso entran un flaco de unos 27, 28 años y un hombre de unos 50 y se ponen a discutir en la cabina. “Como me vá a decí eso, no vé que no hay ni un auto en mi calle, a quien queré que le deje un volante si no hay nadie en mi setor”, dijo el mas joven, de gorrita y un par de dientes ausentes… Sí, estaban discutiendo sobre como dejarle un mísero papelito en el parabrisas a los autos estacionados… que Dios, Buda, Ala, Mahoma o quien sea se digne a salvar a nuestro protagonista de una muerte súbita…


“Bueno, déjeme que hable y después me dice”, contesto el otro, con voz calmada, y hablar muy correcto, casi cínico.
Mientras el flaco le seguía reprochando agachadas y engaños a su compañero, la cabeza de Mone latía al ritmo de su propia jaqueca y los gritos del volantero… “a quien va a llama ,eh, si ve que toy haciendo algo mal me lo decí y punto, no le botoneá al jefe lo que hago porque eso-é-traición, me entendé”… y siguió “y no me hagá calentá porque yo no tengo drama en cagarte a trompada acá mismo sabé”…bueno, hasta acá llegamos: “Muchachos, si tienen que arreglar algo lo hacen afuera, acá o hablan por teléfono o se van” dijo nuestro fiel protagonista al borde del colapso jaqueico… “Perdón amigo, eh”, se disculpo el de gorrita y salió. El viejo llamó, le hizo de botón al jefe y cortó. En eso, cuando el viejo estaba saliendo de la cabina para pagar, el joven entró la cabeza y le gritó “¿sabé que?, metete los volante en el culo, renuncio”.

BIEEEEN NENE, PERO POR QUE NO LO HICISTE ANTES DE ENTRAR EN VEZ DE PARTIRME LA CABEZA A GRITOS, LCDTM?????

Situación 3:

Mone en llamas

Ese mismo Sábado, varias horas después del incidente de los volantes, con el ciber a full de gente, se asoma una viejita y dice: “¿usted vio el fuego que hay ahí afuera?”. Mone se sorprendió: “¿Qué fuego, adonde?”, “ahí, en el tacho de basura”, dijo la vieja mientras se iba (por las dudas vio)… Monegasco sale raudo al encuentro de las llamas y ve que el tacho que esta siempre en la esquina del local es una bola de fuego que ya observan varios vecinos (entre ellos el policía de turno) como si fuera un nuevo espectáculo barrial. “Uh la puta madre, hay que llamar a los bomberos, pasame el número”, le dice nuestro hombre al policía. Si ya es una aberración que Mone no sepa el número de los bomberos (mea culpa para uno…), entonces lo del policía es para la indignación mas profunda: “no, no se, no tengo idea cual es”, dijo el agente mirando sin expresión, sin preocuparse en absoluto y sin mover un dedo mas que para terminar de hacer quiensabequecosa con su celular…

A todo esto ya habían salido a la puerta todos los ciberclientes a comentar cosas como: “nooo, llamen a los bomberos ya”, “eso no se apaga mas”, “hagan algo viejo”, “¿¿quien fue el hijo de puta que lo prendio??” y hasta un tipo que paso a toda velocidad en un auto dio su punto de vista, no se lo iba a perder “¡¡¡llamen a los bomberos, pelotudos!!!”… en eso cae el flaco de la pollería de enfrente, siempre con su pose de comerciante langa de barrio, un pucho en la boca, media sonrisa y un balde enorme lleno de agua: “vamos a ver si con esto lo apagamos”, y le tiro el baldazo y el fuego empezó a aflojar. Mone contribuyo con el suyo, el flaco vino con un segundo (y último) balde, y varios minutos después, cuando la llama no superaba el límite del tacho, el único que quedaba preocupándose por el tacho, el fuego, el humo y la mar en coche era el fiel empleado del Ciber-Locu-Kiosco. Ni el policía, ni los clientes (que ya webeaban lánguidamente otra vez), ni el pollero, solo mi balde y yo, pensaba Mone mientras cruzaba por todo el local el enésimo tarro con agua para apagar las llamas que quedaban. 30 minutos mas tarde el tacho estaba derretido y humeante, y el ciber hecho un barro porque el balde, para colmo de males, estaba agujereado.
Mone limpió el piso, se secó la frente y se sentó, por fin, a tomar un trago de gaseosa fresca. En ese instante se asoma otra vieja y dice: “Señor, ¿ud vio el humo que tira ese tacho?” (NdeR: les juro que fue real)… La vena del cuello de nuestro fiel empleado se hinchó hasta prácticamente explotar: “Señora…”, dijo apretando los dientes y la puteada que se le escapaba de la boca… “hace media hora que estoy YO SOLO echándole agua a eso para apagarlo…”
“Bueno si, pero ese tacho tira un humo que no deja respirar, échele mas por favor porque no se apagó del todo”, dijo y se fue, tranquila, altanera y despreocupada…

Un dia va a pasar algo muy feo… un día salgo en CRONICA… pensó nuestro noble empleado mientras llenaba un nuevo balde con agua…

lunes, 8 de septiembre de 2008

Un rincón, ellas dos

A veces pienso que los años, a medida que van pasando, nos van haciendo mas parecidos a nuestros padres. Distraído, en una charla casual, me veo haciendo los mismos gestos que mi viejo al hablar. O levantando la ceja izquierda como mi vieja. Y la veo a ella y la encuentro más parecida a mi abuela; en sus humores (buenos y malos), en su corazón enorme y bondadoso, y en sus manos, que cada vez son más suaves y grandes, tal como eran las de mi abuela. Y de golpe, un día, aparece mi vieja en mi casa con la antigua máquina de coser que fuera de su propia madre, costurera de años, mirándola con una mezcla de nostalgia, amargura y entusiasmo. La vieja Singer eléctrica, de sublime aparición por la casa de mi abuela a mediados de los ochenta, estaba intacta a pesar de sus plásticos amarillentos y tres años de soledad forzada. Durante ese tiempo descansó en su mesa de antaño, huérfana de la mano virtuosa de su dueña, que le había dicho adiós una tarde de febrero.

Ahora es mi madre la que intenta domesticarla, amoldarla a sus propias manos, darle el pulso veloz y certero a cada puntada como ayer. Entonces se sienta en un rincón de la casa y yo la veo de perfil y es tan igual a mi abuela… es como volver a ser el nene que pasaba las tardes en su casa, como entrar a su cocina luminosa y verla mientras cosía, uniéndolo todo con una gracia única, dibujando piruetas sobre la tela.

Y pasan los días y la novata costurera de pronto inventa una cartera de tela verde que luce mi hermana con orgullo de hija; y luego un cubre cama enorme y una costura perfecta a un pantalón que estaba hecho harapos... Y no hay dudas de que la magia de la dueña de la Singer germinó, año tras año, en la novata costurera que hoy va cicatrizando el dolor con las creaciones de una galera que no dejara jamás de sacar conejos. Y no hay duda tampoco de que en algún punto, cuando no sabia ni por donde empezar, ella cerro los ojos y la vio, le tomo la mano y juntas se rieron de esa muerte absurda y apresurada y pusieron a la vieja maquina de coser como el punto de encuentro diario para las dos, ese legado familiar construido a base de hilo, telas y magia que dio el primer salto generacional y que ya no se detendrá.