viernes, 18 de diciembre de 2009

Tomando riesgo

Venia caminando mansamente por la avenida, a media cuadra de llegar al local. En eso veo que, sentados en el escalon de la casa de una clienta, hay dos muchachos, cara de pocos amigos, tomando una birra a las 2 de la tarde. Los miro, pienso que no da tomar una cerveza a esa hora de la tarde de un lunes, pero allá ellos. Llego al local, saludo a Maxi y empezamos a hablar de los detalles del finde futbolístico: Banfield era campeón 113 años después, Palermo había sacudido la red dos veces después de haber estado 8 juegos sin gol, y El Ciclón me había dado un alegrón bárbaro al ganarle a Newell's en Rosario y dejarlo sin campeonato. Hasta ahí era una típica charla de lunes entre dos futboleros natos, pero de repente entró la hija menor de la clienta que vive en la casa donde los flacos estaban tomando la cerveza. "Disculpame, me podés acompañar hasta mi casa, hay dos tipos ahi y tengo miedo de que me roben", dijo con cara de angustiada. No sé bien por que me eligió a mi y no a Maxi. Yo soy un flacucho desgarbado que la última vez que le levantó la mano a alguien fue para parar un taxi. Pero mi caballerosidad no pudo conterse ante el pedido de una dama que encima es clienta y ahí fuí. "¡¡Siiii, como no!!", le contesté con la seguridad de un Campeón Mundial de Sipalki y me empecé a hacer el patovica, sacando los codos para afuera y trabando la espalda como si tuviera algún músculo para mostrar. "Voy a hacer un trabajito y vuelvo" le dije a Maxi con voz de matón a sueldo y sin dejar de caminar como un seguridad de boliche. La señora que había llegado atrás de la vecina, con intenciones de que le haga unas fotocopias, se echó a reir ante tamaña ridiculez. Salimos a la calle, empezamos a caminar los escasos metros que nos separaban de los flacos que charlaban y tomaban como si estuvieran en el patio cervecero de Quilmes un sábado a las 2 de la madrugada. "Hace poco me robaron saliendo de mi casa a las 7 de la mañana", me explicaba la chica, nerviosa y aminorando el paso a medida que nos acercabamos a los caripelas. Cuando llegamos ella estaba al menos dos pasos atrás mío, petrificada y con los ojos abiertos como el 2 de oro. Tuve que hablar yo, ella no se iba a acercar: "Permiso muchachos que va a entrar la chica", tiré con voz firme. Ellos dejaron de hablar, el que estaba mas cerca mío levantó la mirada, separó un poco la botella de su cuerpo y se paró. Me miró fijo, dió un pequeño paso a la derecha sin correr su mirada de la mia y dejó un espacio tan pequeño que si la piba pesaba un kilo mas no pasaba. De pronto, casi de la nada estabamos frente a frente, mirándonos a los ojos. A mi me empezó a agarrar un cosquilleo en el estómago como cuando algo no anda bien. El tipo, en cuero, panza redonda de mil y un noches de cerveza, con la remera negra colgando del hombro y los ojos bien rojizos, exhaló fuertemente y su aliento etílico fue directo a mi sistema nervioso central. Casi me mareo. La chica pasó como un rayo en ese segundo que duró la escena. "Chau, te llamo", alcancé a decirle para disimular mientras desaparecía en la oscuridad del pasillo. La puerta se cerró con violencia, y cuando volví la vista al frente yo estaba solo y con un tipo que esperaba que yo diga alguna estupidez que lo habilite a apurarme sin mas preambulos, que algo le de el ok para que se pudra todo. El flaco no me despegaba los ojos, el mentón levemente elevado, la mano izquierda con el puño cerrado y la derecha con la botella de Brahma a medio llenar. El otro, que ni se había parado, miraba la copa del arbol que estaba frente a el y volaba entre el verde las hojas. Entonces, sin mediar palabras, dí media vuelta y empecé a caminar otra vez hacia el local. "Que sea lo que Dios quiera", pensé. Con lo puesto que estaba el flaco yo sabía que en cualquier momento podia recibir una piña en la oreja, un botellazo o, si tenía suerte, el tipo seguiría colgado en su viaje y me olvidaría tan rápido como me conoció. Al tercer paso que dí escuché que volvían a hablar y de lejos percibí que alguno dijo algo así como "...un boludo", probablemente hablando sobre mi persona. "Zafamos", pensé mientras entraba al local. "¿Y, que pasó?", preguntó Maxi cuando me vio venir. "Nada, que va a pasar, les dije que se corran y en cuanto me vieron se levantaron de una, hasta disculpas me pidieron!"...

1 comentario:

Anónimo dijo...
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