miércoles, 25 de noviembre de 2009

El niño que yo fui

El sonido me llego un tanto lejano pero nítido. No había dudas, era ese sonido único, inconfundible, ese repiqueteo frenético y añejo, que se había sacudido el polvo de los años y revivia vestido con las ropas de mi infancia. Me di vuelta y deje de sacar esas molestas fotocopias que me habian pedido y ahi lo vi, colgando de la mano derecha de una niña, naranja y eterno: Un Tiki Taka. Le clavé la mirada y automáticamente sentí que volvía a la casa de mi abuela, a jugar en la piecita chica, como volver a tener 10 años, fue subir otra vez la escalera de marmol del Colegio Bernasconi junto a mis compañeros de cuarto grado y desafiarme a ver quién me ganaba en segundos de 'tikitaka' ininterrumpidos, fue recorrer nuevamente ese momento en el que me saqué el miedo a romperme la trucha con una de esas bolas verdes (yo era fanatico del verde, nada de naranja) y sacudirlo con fuerza, dando vuelta la cara, y hacer que las pelotas reboten de arriba a abajo sin piedad para que ese artefacto por fin nos devuelva el sonido tan preciado, ese tik-tik-tik temeroso del principio para mutar en un taka-taka-taka vibrante, casi histerico, que nos hacía temblar la mano pero confirmaba que ya habías cruzado el umbral del pavor y que estabas jugando como un grande en serio.
Pero, por supuesto, nada es perfecto, y ese excentrico pasatiempo dejo también algunos damnificados entre tantas tardes de ruido y alegria. Entonces se me dibujo una sonrisa al recordar los gritos amenzantes y descomunales de mi abuelo desde su habitación intimandome a dejarlo dormir o pasar por el calvario de su chancleta. O la vez que, en un intento por batir mi propio record de segundos sin parar, se me escapó el Tiki taka y el juguete salió disparado como un perdigonazo que dejo dos tremendos huecos en la pared... vaya a saber uno como hice para no terminar castigado 6 meses cuando se entero mi abuelo.

Hoy, ya de grande, sin mi abuela y con mi abuelo sumergido en la inconciencia de la vejez, se me enciende el alma al ver a esa nena que, entre tanta internet, facebook, playstation, wii, y toda la batería de diversión virtual que nos rodea, se pasea alegre y distendida de la mano de su papá por la misma vereda que transité yo cuando tenía su edad: la de los juegos inocentes, esos que se podían tocar, que los ibas a comprar al kioskito de la cuadra y vos, desde abajito -porque nunca podías ver bien que te daban porque el local era una simple ventanita y todo te lo alcanzaba tu vieja desde arriba- alzabas los brazos y agarrabas esa bolsita de colores con el Tiki Taka, el Topolín, o el album de figuritas que pediste hasta el hartazgo.

Hoy todo es distinto, ni mejor ni peor, simplemente distinto. Pero a pesar del tiempo y la tecnología, en algún rincón del corazón se esconden el Yo-yo, el Tiki-Taka, y el album de Italia 90 abrazando a mi infancia desde el pasado y hoy, con esa nena, me pasaron a saludar.

2 comentarios:

El guardían de los sueños de todos. La llave del dijo...

Muy bueno en general y excelente la conclusión en la que, lejos de demostrar nostalgia, aportas una gran cuota de objetividad al afirmar que el hoy (y sus cosas) no son ni mejores ni peores, distintas, por lo que no podemos comparar elementos descontextualizados.

Monegasco dijo...

compañero guardameta! es asi, las cosas van cambiando y nosotros con ellas, solo nos quedan recuerdos hermosos.

gracias por los elogios y por comentar, saludos.